Aunque se consideran un signo de aburrimiento o cansancio, los bostezos también podrían servir para enfriar el cerebro cuando está caliente y en el entorno hay aire lo bastante frío.
Un estudio dirigido por Andrew Gallup del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, indica que la frecuencia de los bostezos varía con la estación del año, y que la gente es menos propensa a bostezar cuando el calor al aire libre supera la temperatura corporal.
Gallup y Omar Eldakar de la Universidad de Arizona, creen que esta disparidad estacional denota que el bostezo puede servir como un método para regular la temperatura del cerebro.
Gallup y Eldakar documentaron la frecuencia de los bostezos de 160 personas durante el invierno y durante el verano, en Tucson, Arizona, con un total de 80 personas por cada estación. Descubrieron que los participantes eran más propensos a bostezar en invierno, y menos en verano, cuando la temperatura ambiente era igual o superior a la temperatura corporal.
El cerebro, según esa hipótesis de la termorregulación cerebral a través del bostezo, es ayudado a mantenerse lo bastante frío mediante un intercambio de calor a través del aire aspirado durante un bostezo.
Esto explicaría por qué en Tucson se bosteza menos en verano que en invierno; la temperatura ambiente al aire libre no es lo bastante fría como para ayudar a refrigerar el cerebro mediante bostezos.
Dicho de otro modo, la temperatura del aire es la que le da al bostezo su utilidad para refrigerar el cerebro. Por tanto, el bostezo sería contraproducente, y debería ser suprimido automáticamente, a temperaturas ambiente iguales o superiores a la temperatura corporal, ya que una inhalación profunda del aire en estas condiciones no promovería en absoluto el enfriamiento cerebral.
Un estudio dirigido por Andrew Gallup del Departamento de Ecología y Biología Evolutiva en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, indica que la frecuencia de los bostezos varía con la estación del año, y que la gente es menos propensa a bostezar cuando el calor al aire libre supera la temperatura corporal.
Gallup y Omar Eldakar de la Universidad de Arizona, creen que esta disparidad estacional denota que el bostezo puede servir como un método para regular la temperatura del cerebro.
Gallup y Eldakar documentaron la frecuencia de los bostezos de 160 personas durante el invierno y durante el verano, en Tucson, Arizona, con un total de 80 personas por cada estación. Descubrieron que los participantes eran más propensos a bostezar en invierno, y menos en verano, cuando la temperatura ambiente era igual o superior a la temperatura corporal.
El cerebro, según esa hipótesis de la termorregulación cerebral a través del bostezo, es ayudado a mantenerse lo bastante frío mediante un intercambio de calor a través del aire aspirado durante un bostezo.
Esto explicaría por qué en Tucson se bosteza menos en verano que en invierno; la temperatura ambiente al aire libre no es lo bastante fría como para ayudar a refrigerar el cerebro mediante bostezos.
Dicho de otro modo, la temperatura del aire es la que le da al bostezo su utilidad para refrigerar el cerebro. Por tanto, el bostezo sería contraproducente, y debería ser suprimido automáticamente, a temperaturas ambiente iguales o superiores a la temperatura corporal, ya que una inhalación profunda del aire en estas condiciones no promovería en absoluto el enfriamiento cerebral.
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