Se ha descubierto que la ameba Dictyostellum discoideum aumenta sus probabilidades de supervivencia a través de una forma rudimentaria de agricultura.
En la investigación que lo ha desvelado, conducida por Debra Brock, Joan Strassmann, David Queller y Tracy Douglas, todos de la Universidad Rice, se ha comprobado que algunas amebas almacenan comida (determinadas cepas de bacterias) para su uso posterior.
La Dictyostellum discoideum, que es primitivamente social, tiene, en su capacidad de cultivar bacterias beneficiosas como fuente de alimento, variaciones genéticas que dependen de cada individuo.
A los beneficios de tener una fuente de alimentación portátil, hay que restarles los efectos nocivos potenciales de albergar bacterias que pueden ser peligrosas. Sin embargo, pese a los riesgos, las ventajas de pasar un poco de hambre hoy a cambio de asegurar un buen suministro de comida en el futuro son claras, como demuestra el hecho de que las amebas agricultoras son capaces de prosperar en entornos en los que sus congéneres que no practican la agricultura sufren de una fuerte escasez de comida al tener que depender exclusivamente de la poca que logran encontrar.
Los investigadores comprobaron que alrededor de un tercio de las amebas silvestres son agricultoras.
En vez de consumir todas las bacterias que encuentran, estas amebas comen menos e incorporan estas bacterias sobrantes a sus sistemas migratorios.
En la investigación se ha verificado que las agricultoras y las que no lo son pertenecen a la misma especie y no constituyen grupos evolutivamente distintos.
Los investigadores quieren ahora saber qué diferencias genéticas separan a las agricultoras de las que no lo son.
Además de las bacterias claramente alimenticias, las amebas transportan también algunas otras bacterias aparentemente inútiles o incluso perjudiciales. Es posible que estas bacterias incomestibles tengan sin embargo otras funciones útiles para las amebas, aunque esto todavía no se ha podido aclarar.
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