Nuevos datos sobre el parásito que Infecta a cerca de un tercio de la humanidad

Un tercio de la población humana está infectada por un parásito llamado Toxoplasma gondii, pero la mayoría no lo sabe. Aunque el Toxoplasma no causa síntomas en la mayoría de las personas, puede ser perjudicial para individuos con un sistema inmunitario muy deteriorado y para fetos cuyas madres se infectan durante el embarazo. Las cepas particularmente peligrosas, presentes sobre todo en América del Sur, son la principal causa de ceguera en Brasil.




El Toxoplasma es uno de los muy pocos parásitos que pueden infectar a casi cualquier animal de sangre caliente. Sus esporas se encuentran en la tierra de los suelos e infectan con facilidad a los animales de granja, como vacas, ovejas, cerdos y pollos. Los humanos podemos resultar infectados al comer carne poco cocida o verduras crudas sin lavar.

"Está en todas partes, y sólo se necesita una espora para infectarse", subraya Jeroen Saeij, profesor de biología . "La mayoría de los casos no son fatales, pero producen una infección crónica, durante toda la vida, principalmente en el tejido cerebral y muscular".

El equipo de Saeij está investigando una cuestión clave: ¿Por qué ciertas cepas del parásito Toxoplasma (hay al menos una docena) son más peligrosas que otras para los humanos?


El parásito segrega una proteína llamada GRA15, que provoca inflamación en el organismo infectado. Todas las cepas de Toxoplasma tienen esta proteína, pero sólo la versión que se encuentra en el tipo II causa inflamación, una reacción inmunitaria encaminada a destruir invasores, pero que también puede dañar los tejidos del organismo infectado si no se restringe debidamente. En el cerebro, la inflamación puede conducir a la encefalitis. Esta capacidad de provocar inflamación probablemente sea el motivo de por qué la cepa tipo II es mucho más peligrosa para los humanos.

Las tasas de infección por Toxoplasma varían dependiendo de la zona del mundo. En Estados Unidos, es aproximadamente de un 10 a un 15 por ciento, mientras que en Brasil, y también en Europa, son mucho mayores, alrededor de entre un 50 y un 80 por ciento, aunque resulta más importante el grado de peligrosidad de cada cepa.

Las citadas tasas de infección son, sin embargo, sólo estimaciones, ya que son difíciles de calcular con precisión, porque la mayoría de las personas infectadas no experimenta síntomas.

Una vez establecida una infección, el parásito forma quistes conteniendo muchos parásitos que se reproducen lentamente en el tejido muscular y cerebral. Si los quistes revientan, las células T del sistema inmunitario suelen matar a los parásitos antes de que se extiendan más. Sin embargo, las personas con sistemas inmunitarios muy deteriorados, como los enfermos de SIDA o los pacientes que reciben quimioterapia, no pueden armar una defensa efectiva.

A la larga, Saeij espera averiguar cómo el parásito es capaz de evadir al sistema inmunitario y establecer una infección crónica. Esta línea de investigación podría acabar conduciendo a nuevos medicamentos capaces de obstaculizar esa infección crónica del parásito, o al desarrollo de una vacuna a partir de formas inactivas de él.

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