Unos 300.000 años atrás, los humanos se adaptaron
genéticamente para ser capaces de producir cantidades significativas de los
ácidos grasos omega-3 y omega-6. Esta adaptación pudo ser crucial para el
desarrollo de la capacidad cerebral única de los humanos modernos.
El cerebro y el sistema nervioso humanos contienen grandes
cantidades de ácidos grasos poliinsaturados, y estos son esenciales para el
desarrollo y funcionamiento del cerebro. Estos ácidos grasos omega-3 y omega-6
sólo aparecen en grandes cantidades en pocos alimentos, como por ejemplo en los
pescados grasos. Nuestros cuerpos también producen estos importantes ácidos
grasos a partir de determinados aceites vegetales.
El equipo de la Universidad
de Uppsala en Suecia, ha examinado a fondo los genes de dos enzimas clave
necesarias para producir los ácidos grasos omega-3 y omega-6 a partir de
aceites vegetales. Estos investigadores han comprobado que los humanos tenemos
una variante genética única que posibilita una mayor producción. Esta
adaptación genética para producir mayor cantidad de ácidos grasos omega-3 y
omega-6 sólo está presente en el Ser Humano y no en chimpancés, gorilas, y
monos rhesus, nuestros parientes evolutivos vivos más cercanos. Tampoco
poseyeron esta variante genética los neandertales ni los homínidos de la
Caverna Denisova (nuestros parientes evolutivos extintos más cercanos aparte de
los neandertales).
Esta adaptación genética para una producción más eficiente
de omega-3 y omega-6 a partir de aceites vegetales se desarrolló en África hace
unos 300.000 años, dentro de la línea evolutiva que condujo a los humanos
modernos, y probablemente ha sido a lo largo de la historia un factor
importante para la supervivencia humana en ambientes con acceso limitado a comida
que tuviera ácidos grasos.
Durante la evolución inicial de los humanos, cuando había un
déficit general de energía, esta variante hizo posible que nuestros antepasados
pudieran obtener la cantidad de ácidos grasos poliinsaturados necesaria para la
gran capacidad cerebral que caracteriza a la especie humana.
Con las actuales condiciones de vida en las naciones
industrializadas, donde la escasez de comida ya no es una amenaza generalizada
como sí lo fue a menudo en el pasado de la especie, esta adaptación genética
contribuye en muchas personas con dietas inadecuadas a generar un mayor riesgo
de desarrollar trastornos tales como enfermedades cardiovasculares.
Fuente: Noticias de la Ciencia
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