A principios del siglo pasado, el neurólogo alemán Alois Alzheimer describió una extraña acumulación de un producto patológico en el cerebro de sus pacientes. Eran las llamadas placas de beta-amiloide, una proteína que se acumula en el encéfalo y que es la posible causante de la enfermedad. Pero desde los tiempos de Alzheimer ha sido muy difícil atacar este problema, pues el cerebro está protegido por una muralla conocida como barrera hematoencefálica. Esta deja pasar solo los nutrientes que el cerebro necesita para funcionar y contra su muros se han estrellado cientos de fármacos prometedores sin conseguir traspasarlos.
Hoy un estudio describe un nuevo tratamiento capaz de cruzar esa barrera y reducir la concentración de la maliciosa proteína del alzhéimer. El tratamiento está basado en anticuerpos, agentes que en nuestro sistema inmune reconocen un patógeno y lo eliminan. Debidamente modificados, los anticuerpos descritos en este estudio engañan al cerebro para que les deje pasar pensando que son un nutriente y después bloquean la producción de proteína beta-amiloide. El tratamiento se ha probado en monos.
Los autores del trabajo señalan que aunque los ratones han resultado útiles hasta ahora para demostrar que los anticuerpos consiguen colarse en el cerebro, ahora habrá que hacer “ extensivas investigaciones en primates” antes de poder pasar a humanos.
En teoría, este mismo mecanismo usado por los anticuerpos para cruzar la barrera hematoencefálica podría usarse para llevar allí compuestos contra otras enfermedades del cerebro, desde la esquizofrenia al cáncer.
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