El miedo es una emoción necesaria,
pero en su justa medida: tan malo es tener poco (lo que aboca a las
conductas temerarias) como demasiado: entonces nos enfrentamos a
trastornos de ansiedad.
Los científicos sabían que el aprendizaje y la memoria de este sentimiento procedía de una región cerebral llamada amígdala central, pero ignoraban qué mecanismo neuronal la activaba.
Ahora, neurocientíficos del Cold Spring Harbor Laboratory han afinado más y, después de realizar experimentos con ratones, señalan un grupo de neuronas llamado núcleo paraventricular del tálamo (PVT, por sus siglas en inglés). Al parecer, esta zona de la masa gris es extremadamente sensible a las situaciones de estrés.
Como explican en la revista Nature, las células nerviosas del PVT se enraízan profundamente en la amígdala central; cuando los científicos desconectaban este vínculo, los animales de laboratorio dejaban de aprender a reaccionar con miedo ante los estímulos. Es, por tanto, una diana ideal para desarrollar fármacos contra los trastornos de ansiedad.
La clave en esa conexión, como comprobaron los autores del estudio al analizar datos de personas aquejadas de estrés postraumático, reside en una molécula llamada BDNF, mensajero químico asociado a trastornos de ansiedad y que desempeña un papel importante en el nacimiento y la conexión de neuronas. Al aumentar los niveles de BDNF en la amígdala central de los ratones, estos mostraban una conducta más temerosa y creaban recuerdos a largo plazo sobre las situaciones que le habían generado angustia.
Los científicos sabían que el aprendizaje y la memoria de este sentimiento procedía de una región cerebral llamada amígdala central, pero ignoraban qué mecanismo neuronal la activaba.
Ahora, neurocientíficos del Cold Spring Harbor Laboratory han afinado más y, después de realizar experimentos con ratones, señalan un grupo de neuronas llamado núcleo paraventricular del tálamo (PVT, por sus siglas en inglés). Al parecer, esta zona de la masa gris es extremadamente sensible a las situaciones de estrés.
Como explican en la revista Nature, las células nerviosas del PVT se enraízan profundamente en la amígdala central; cuando los científicos desconectaban este vínculo, los animales de laboratorio dejaban de aprender a reaccionar con miedo ante los estímulos. Es, por tanto, una diana ideal para desarrollar fármacos contra los trastornos de ansiedad.
La clave en esa conexión, como comprobaron los autores del estudio al analizar datos de personas aquejadas de estrés postraumático, reside en una molécula llamada BDNF, mensajero químico asociado a trastornos de ansiedad y que desempeña un papel importante en el nacimiento y la conexión de neuronas. Al aumentar los niveles de BDNF en la amígdala central de los ratones, estos mostraban una conducta más temerosa y creaban recuerdos a largo plazo sobre las situaciones que le habían generado angustia.
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