El infarto de miocardio deja una lesión en la musculatura del corazón que hasta ahora era muy difícil reparar. "Lo que aprendíamos en la facultad es que no se regeneraba", cuenta el jefe de cardiología del hospital Gregorio Marañón de Madrid, Francisco Fernández-Avilés.
Pero este axioma se ha visto sacudido por varios hallazgos recientes. Los primeros, que no tienen ni una década, han demostrado que un autotrasplante de células madre adultas del propio paciente mejora la función cardiaca.
El cardiólogo explica que esas células están ahí desde el desarrollo del feto. "Son las que dan lugar al corazón". Pero, a diferencia de otras -"las de hígado, piel o intestino, por ejemplo"- luego pierden su actividad. La proteína timosina beta4 las activa. "Aparte del conocimiento, abre la puerta para que se pueda pensar en tratamientos preventivos en personas con factores de riesgo, bien porque ya hayan tenido un infarto o por enfermedades coronarias", indica.
El médico es prudente, y quiere dejar claro que cuando él dice que abre una puerta, casi está diciendo más bien que se ponen los cimientos para que se vayan construyendo las jambas. Porque "todo esto no tendrá aplicación en personas hasta dentro de 10 o 15 años".
Tipo de lesión
Además, dentro de las posibles aplicaciones de las células madre, hay que distinguir el tipo de lesión. "Si el infarto es agudo, se ha visto que el autotrasplante funciona". Él mismo estaba en el equipo de Valladolid que lo investigó (también se ha hecho en Navarra). "Ahora lo que falta por ver es si la mejoría del corazón se traslada a una mayor supervivencia", dice.
Si se trata de un paciente con una lesión crónica, el resultado esperado es mucho menor. Y en una crónica en situación terminal, cuando ya solo hay tejido cicatrizado, el posible uso futuro de las células madre está en otra línea de investigación: su uso para crear órganos (o parte de ellos) a partir de matrices a las que previamente se les han eliminado las células, para quedarse con la estructura tridimensional que puede guiar la regeneración.
Y todo esto, con un problema añadido: confirmar la seguridad de las técnicas. Porque, como señala Fernández-Avilés, un problema de activar el crecimiento de las células madre es que hay que frenarlas luego si no se quiere tener un tumor.
Pero este axioma se ha visto sacudido por varios hallazgos recientes. Los primeros, que no tienen ni una década, han demostrado que un autotrasplante de células madre adultas del propio paciente mejora la función cardiaca.
El cardiólogo explica que esas células están ahí desde el desarrollo del feto. "Son las que dan lugar al corazón". Pero, a diferencia de otras -"las de hígado, piel o intestino, por ejemplo"- luego pierden su actividad. La proteína timosina beta4 las activa. "Aparte del conocimiento, abre la puerta para que se pueda pensar en tratamientos preventivos en personas con factores de riesgo, bien porque ya hayan tenido un infarto o por enfermedades coronarias", indica.
El médico es prudente, y quiere dejar claro que cuando él dice que abre una puerta, casi está diciendo más bien que se ponen los cimientos para que se vayan construyendo las jambas. Porque "todo esto no tendrá aplicación en personas hasta dentro de 10 o 15 años".
Tipo de lesión
Además, dentro de las posibles aplicaciones de las células madre, hay que distinguir el tipo de lesión. "Si el infarto es agudo, se ha visto que el autotrasplante funciona". Él mismo estaba en el equipo de Valladolid que lo investigó (también se ha hecho en Navarra). "Ahora lo que falta por ver es si la mejoría del corazón se traslada a una mayor supervivencia", dice.
Si se trata de un paciente con una lesión crónica, el resultado esperado es mucho menor. Y en una crónica en situación terminal, cuando ya solo hay tejido cicatrizado, el posible uso futuro de las células madre está en otra línea de investigación: su uso para crear órganos (o parte de ellos) a partir de matrices a las que previamente se les han eliminado las células, para quedarse con la estructura tridimensional que puede guiar la regeneración.
Y todo esto, con un problema añadido: confirmar la seguridad de las técnicas. Porque, como señala Fernández-Avilés, un problema de activar el crecimiento de las células madre es que hay que frenarlas luego si no se quiere tener un tumor.
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