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Puede llegar a enfermedades de salud mental como el comportamiento adictivo y el trastorno por déficit de atención o hiperactividad. Por ello, estar expuestos a partículas finas durante la vida fetal se liga con una corteza más delgada en varias zonas de los dos hemisferios, lo cual esto permite explicar las deficiencias que encontramos en el control inhibidor.
Los investigadores hicieron un estudio poblacional en Holanda para estudiar a mujeres embarazadas y a sus respectivos hijos. Fijaron los niveles de contaminación atmosférica del lugar durante el embarazo de setecientos ochenta y tres niños y niñas. Estos datos se consiguieron a partir de campañas de monitorización del aire, e incluyeron niveles de dióxido de nitrógeno y de partículas gruesas y finas. La forma del cerebro se evaluaron a partir de imágenes de resonancia magnética hechas a los niños de entre 6 y 10 años de edad. La vinculación entre la exposición a partículas finas, alteraciones cerebrales y control inhibidor se estudió a pesar de que los niveles de contaminación de partículas finas no superaron los límites impuestos por la Unión Europea. Se situaron justo en el límite de seguridad, solo el 0,5% se vió afectado.
Estos resultados complementan algunos estudios previos que relacionan los niveles ‘aceptables’ de contaminación atmosférica con otras complicaciones, incluyendo deterioro cognitivo y crecimiento fetal. El cerebro del feto es vulnerable, ya que todavía no ha desarrollado las defensas para protegerse de las toxinas ambientales y eliminarlas.
Fuente: SINC
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