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Estas nanoestructuras, las cuáles son cien veces más pequeñas que una célula y en fase de investigación, están creadas para ser inyectadas en el torrente sanguíneo y buscar células tumorales.
Cuando hay un proceso metastásico, las células se separan del tumor original para viajar por el sistema linfático hacia otros órganos o tejidos del cuerpo pudiendo formar un nuevo tumor. Se trata de una de las fases más peligrosas del cáncer, donde la terapia se complica al no estar este focalizado.
Por lo tanto, es importante detectar la metástasis en el menor tiempo posible y en un momento en el que la concentración de células tumorales sea aún baja.
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La herramienta está compuesta por nanocilindros de oro y nanopartículas de óxido de hierro, enlazados por una matríz común de sílice.
El objetivo es aprovechar las propiedades magnéticas del óxido de hierro para atrapar magnéticamente las células cancerígenas liberadas por el tumor primario y la capacidad del oro de generar señales fotoacústicas para detectarlas.
Las nanopartículas son capaces de reconocer las células mutadas gracias a ciertas proteínas que se encuentran en la membrana de las células cuando hay un tumor.
Al realizarlo, las nanopartículas se introducen en el interior de la célula tumoral para luego llevarla hacia un punto determinado del torrente, con el objetivo de ir acumulándolas y poder detectarlas.
Fuente: El País.
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