LA COVID-19 NOS REVELA UNA NUEVA INMUNODEFICIENCIA

                                                         


Antiguamente, en épocas pre-científicas, para explicar los caprichos de una u otra enfermedad que, como la COVID-19, mataba a unos y «perdonaba» a otros, era frecuente argumentar que las personas que se salvaban eran puras y pías, mientras que las que sucumbían eran mortales pecadoras.

Grave COVID-19 fraternal

La COVID-19 no es ninguna excepción. Ya sabemos que esta enfermedad suele afectar más gravemente a las personas de más edad, y que suele alcanzar más gravedad en hombres que en mujeres. Sin embargo, puede afectar también a personas jóvenes, e incluso a niños. En este caso, es también altamente probable que los jóvenes afectados sean hermanos.

Durante el pico de la epidemia, dos parejas de jóvenes hermanos necesitaron ser ingresadas en el hospital y sometidas a ventilación mecánica.

Una «letra» tuya bastará para enfermarme

La ausencia de esas «letras» modificaba tan gravemente la información genética que hacía imposible generar la proteína a partir del ADN. En este caso, la mutación afectaba a una sola de las «letras», pero también invalidaba la información del gen y hacía imposible que se formara la proteína.


                                                         


El detector TLR-7

Estos genes producen proteínas especializadas en detectar componentes moleculares de los microorganismos. Cuando los microorganismos pretenden invadirnos, las proteínas TLR son las primeras en detectarlos y dar la alarma. Cada proteína TLR detecta un componente molecular particular. La proteína TLR-7 se localiza en vesículas en el interior de las células, llamadas endosomas, y es la encargada de detectar ARN extraño que haya podido penetrar en la célula.

En ausencia de proteína TLR-7, este ARN invasor no puede ser detectado. Es como si las células fueran sordas o ciegas a la presencia de este tipo de virus. Cuando el gen TLR-7 funciona con normalidad, la proteína TLR-7 se activa al detectar el ARN extraño. A continuación, desencadena una serie de procesos bioquímicos y genéticos que ponen a las células en un estado de defensa frente a los virus.

De este modo, las células pueden disminuir la síntesis de proteínas, para impedir que las del virus que las ha infectado también se sinteticen, pero también pueden destruir con más rapidez las proteínas detectadas como extrañas. Además de que pueden secretar al exterior unas proteínas llamadas interferones de tipo 1. Estas últimas proteínas viajan desde la célula infectada a las células vecinas no infectadas aún y les avisan de que un virus enemigo ronda los alrededores. Esto consigue que las células vecinas cambien su estado y se preparen para ponérselo difícil al virus.

Esto explica por qué las parejas afectadas eran de hermanos, y no de hermanas. Finalmente, se puede especular que existan variantes del gen TLR-7 que no lo inutilicen pero hagan, sin embargo, que la proteína se produzca en mayor o menor cantidad en cada individuo.

Fuente: Cadena Ser

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