Cada vez que tragamos agua del mar absorbemos una buena dosis de microorganismos, entre ellos una importante cantidad de virus. Aunque la ciencia conoce bien la importancia de estos microbios en algunos procesos biogeoquímicos, como el ciclo del carbono de la Tierra, muy pocos estudios habían contabilizado de manera exhaustiva la variedad de virus que pueblan nuestros mares. Una investigación publicada en la revista especializada Cell en el que se incluye un análisis de las aguas del océano Ártico cifra ese cómputo en unos 195.728 poblaciones distintas, una cantidad que multiplica por 12 recuentos similares realizados en años anteriores.
Aunque los océanos cubren cerca del 70% del planeta, hasta hace poco el único conocimiento de la comunidad marina del que se tenía constancia procedía de unos pocos puntos muy concretos, una dinámica que cambió con la creación del proyecto Tara Oceans, con el que se buscaba realizar el inventario más completo de la diversidad marina recogiendo muestras en mares de todo el planeta. La goleta de la expedición científica recogió un total de 35.000 muestras durante los años 2009 y 2013, que se analizaron posteriormente en un exhaustivo estudio sobre la variabilidad genética de las poblaciones de virus que pueblan nuestros mares. Ahora, un nuevo estudio ha incorporado nuevas localizaciones, 43 de ellas en el océano Ártico, que no se incluyó en las anteriores mediciones.
Las nuevas localizaciones añadieron además una gran diversidad al cómputo general, y es que, para sorpresa de los científicos, alrededor del 40 % de las nuevas poblaciones de virus procedieron de estas nuevas muestras del Ártico. El nuevo proyecto permitió además mejorar la capacidad de clasificación de los microorganismos atendiendo a sus características genéticas. «Los algoritmos que utilizamos para ensamblar genomas virales a partir de fragmentos de ADN mejoraron mucho», afirmaba Ann Gregory, ecóloga microbiana de la Universidad Católica de Lovaina , implicada en el estudio.Y es que, además de ensamblar las cadenas de ADN a partir de fragmentos, Gregory y su equipo tuvieron que ingeniárselas para encontrar un modo de clasificar la diversidad genómica de los virus que habían identificado. Definir una especie de virus es difícil, pues estos organismos se reproducen de forma asexual, y con frecuencia intercambian ADN entre sí y con sus huéspedes.
Fuente: National Geographic
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