La crisis climática se hace una realidad incontestable con el paso de los años. Cada día surgen nuevas evidencias científicas del desorden meteorológico, con sequías extremas y graves inundaciones, que ya vivimos, y la tendencia a su agravamiento.
El aumento de las temperaturas amenaza la vida de numerosas especies, incluidos los humanos. Se altera el ciclo de la vida en animales y plantas y como consecuencia se prevén dificultades para el suministro de alimentos a escala mundial. Éste problema se manifiesta con más fuerza en zonas del planeta que se encuentran en vías de desarrollo.
Se están realizando esfuerzos tecnológicos, surgen investigaciones, nuevas ideas y propuestas inesperadas hasta el momento, al menos en el mundo occidental, como es el consumo de insectos. Pueden suponer una alternativa para combatir la inseguridad alimentaria y por otra parte reducir el impacto ambiental de la industria ganadera. Una investigación, publicada en la revista Science en enero de 2023, señalaba cómo el cultivo de insectos podría, no solo ayudar a paliar esta situación, sino también impulsar las economías en desarrollo.
Los insectos son el grupo animal más numeroso sobre la Tierra y los conquistadores de prácticamente cualquiera de los hábitats existentes. Según sus consumidores, los insectos son limpios, sabrosos, inocuos y nutritivos, candidatos excelentes para complementar otras dietas. Su crianza no requiere de muchos recursos, sobre todo cuando se lo compara con la producción de carne.
Según la FAO, el consumo de insectos como alimento es cada vez más relevante, dado el creciente costo y el impacto ambiental de la producción de proteínas animales, la provisión alimentaria en algunas partes del mundo y el crecimiento de la población. Por ello es importante buscar soluciones alternativas al ganado convencional o a los productos cárnicos que solemos consumir.
Los estudios científicos indican que los insectos son una fuente de nutrientes muy saludable con alto contenido de grasa, proteínas, vitaminas, fibra y minerales. Además, contienen compuestos bioactivos, como la quitina, péptidos antimicrobianos y ácidos grasos con propiedades inmunoestimulantes, antimicrobianas y antiinflamatorias. Por lo tanto, son una fuente alternativa de proteínas que facilita el cambio hacia dietas saludables y más sostenibles con el medioambiente, convirtiéndose en una alternativa factible a la carne.
Actualmente hay cuatro insectos autorizados en el mercado:
-Larvas del Gusano de la harina (Tenebrio molitor): en forma congelada, desecada y en polvo.
-Langosta migratoria (Locusta migratoria): en forma congelada, desecada y en polvo.
-Grillo doméstico (Acheta domesticus): en forma congelada, desecada, en polvo y polvo parcialmente desgrasado.
-Larvas de escarabajo del estiércol (Alphitobius diaperionus): en forma congelada, en pasta, desecada y en polvo.
Un ejemplo del futuro de la producción de insectos a gran escala para su uso alimentario es la compañía Tebrio, que se creó en 2017 a partir del nombre del insecto con el que trabajan: el “tenebrio molitor”, comúnmente llamado gusano de la harina. Prevé la construcción de una nueva factoría en Salamanca donde producirán 100.000 toneladas de producto, además de generar 250 nuevos puestos de trabajo. La biotecnológica Tebrio abrirá así en esta provincia la que pretende ser la mayor granja de insectos del mundo en 2024,
La actividad de esta fábrica salmantina se centrará en la cría y engorde del gusano de la harina y su transformación en materias primas como proteínas, lípidos, biofertilizantes, para su uso en alimentación animal y en agricultura. La idea surgió en 2014 con el objetivo de implantar nuevas materias primas y más sostenibles a las ya existentes en el mercado de la alimentación animal.
Además de usar estos productos para alimentar a animales domésticos, aves, peces y cerdos, para hacer aplicaciones bioindustriales en cosmética o textil, también se utilizan como fertilizantes en agricultura. La proteína y grasa con la que dar de comer al ganado podría conseguir liberar millones de hectáreas a nivel global que, a su vez, se recuperarían para el consumo humano de nuevo o para generar biodiversidad. Por otra parte, el abono que se produce con el excremento del tenebrio tiene unas capacidades excepcionales para su uso tanto en la agricultura ecológica como en la colaboración con la tradicional, para usar muchos menos fertilizantes químicos y mejorar la calidad del suelo.
La nueva fábrica estará concluida en 2024 y su fase final en 2025.
La actividad de esta fábrica salmantina se centrará en la cría y engorde del gusano de la harina y su transformación en materias primas como proteínas, lípidos, biofertilizantes, para su uso en alimentación animal y en agricultura. La idea surgió en 2014 con el objetivo de implantar nuevas materias primas y más sostenibles a las ya existentes en el mercado de la alimentación animal.
Además de usar estos productos para alimentar a animales domésticos, aves, peces y cerdos, para hacer aplicaciones bioindustriales en cosmética o textil, también se utilizan como fertilizantes en agricultura. La proteína y grasa con la que dar de comer al ganado podría conseguir liberar millones de hectáreas a nivel global que, a su vez, se recuperarían para el consumo humano de nuevo o para generar biodiversidad. Por otra parte, el abono que se produce con el excremento del tenebrio tiene unas capacidades excepcionales para su uso tanto en la agricultura ecológica como en la colaboración con la tradicional, para usar muchos menos fertilizantes químicos y mejorar la calidad del suelo.
La nueva fábrica estará concluida en 2024 y su fase final en 2025.
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