Un estudio de la Asociación Dietética Británica sugiere que tener un ligero sobrepeso puede reducir el riesgo de muerte en las personas entre 70 y 80 años.
La investigación, publicada el pasado noviembre, se basa en una revisión de estudios que muestra que las personas mayores con un IMC entre 25 y 30, considerado sobrepeso, tienen un menor riesgo de muerte que las que están dentro del rango normal (18,5 y 24,9). Este fenómeno se conoce como la paradoja de la obesidad, y se explica por la posible función protectora del tejido adiposo frente a enfermedades o traumatismos. Algunos estudios han sugerido que, en las personas mayores, un IMC alto también podría reflejar un mejor estado nutricional y reservas musculares adecuadas.
Sin embargo, el IMC no es una medida fiable para evaluar el estado de salud de las personas mayores, según los expertos. Esta fórmula solo relaciona el peso y la altura, sin tener en cuenta el sexo, la edad ni la actividad física que realiza la persona. Por eso, recomiendan tener en cuenta otros factores como la composición corporal, que incluye la masa muscular y la masa grasa, y la distribución de la grasa corporal, que puede ser más o menos dañina según se acumule en el abdomen o se reparta de forma equitativa en el cuerpo.
Los expertos también aconsejan realizar una valoración geriátrica integral que incluya la nutrición, el ejercicio y la salud ósea. En este grupo de edad, lo importante es mantener la masa muscular y la autonomía, y evitar las dietas restrictivas que pueden provocar fragilidad y caídas. En caso de necesitar perder peso, lo más adecuado es aumentar el gasto energético con actividad física adaptada, en lugar de reducir las calorías diarias. De esta forma, se favorece la calidad de vida y la independencia de las personas mayores, que es el objetivo principal.
La alimentación de las personas mayores es un factor determinante para su calidad de vida. Sin embargo, muchos de ellos no tienen unos hábitos saludables de alimentación por diversas razones, como la soledad, las dificultades económicas o la falta de apetito.
Otro problema que afecta a las personas mayores es la pérdida involuntaria de peso, que puede deberse al aislamiento social, las enfermedades crónicas, la depresión, la medicación o la mala absorción de nutrientes. Esta situación puede provocar desnutrición, fragilidad, caídas y deterioro cognitivo. Por eso, es importante detectarla a tiempo y planificar una atención adecuada que incluya un plan nutricional, un apoyo social y una actividad física adaptada.
Lo más significativo, según los expertos, es que las personas mayores se mantengan funcionales e independientes, y para eso necesitan una alimentación equilibrada, variada y adaptada a sus necesidades. Así, podrán disfrutar de una vejez saludable y feliz.
Fuente: El País
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