Paul Alexander, un hombre estadounidense, contrajo polio en 1952 cuando tenía 6 años y la enfermedad lo dejó paralizado del cuello para abajo. También quedó incapaz de respirar de forma independiente, lo que llevó a los médicos a colocarlo en un cilindro de metal, llamado pulmón artificial, donde pasaría el resto de su vida.
En 1952, cuando enfermó, los médicos de Dallas, su ciudad natal en Texas, lo operaron y le salvaron la vida. Pero la polio lo dejó sin poder respirar de forma autónoma, y por ello lo metieron dentro de un enorme cilindro de metal, donde pudiese respirar a través de este.
A pesar de su discapacidad, Alexander logró obtener una licenciatura en Derecho, ejercer la abogacía y publicar varios libros.
El pulmón de acero funcionaba con fuelles que succionaban aire del cilindro obligando a sus pulmones a expandirse y aspirar el aire a través de la nariz. Cuando el aire volvía a entrar, el mismo proceso surgía pero al contrario, hacía que sus pulmones se desinflaran y expulsaran el aire al comprimir su pecho.
De esa forma el pulmón artificial, imitaba la acción fisiológica de la respiración. Después de años, Alexander finalmente aprendió a respirar de forma autónoma, por lo que pudo salir del pulmón por períodos cortos de su tiempo.
Como la mayoría de los sobrevivientes de la polio colocados en pulmones de acero, no se esperaba que viviera mucho tiempo, pero Alexander fue uno de los pocos que vivió durante décadas, hasta que murió a la corta edad de 78 años, aunque una edad bastante avanzada para las personas que sufrieron polio en esas décadas.
"Sabía que si iba a hacer algo con mi vida, tendría que ser algo mental", le dijo al diario The Guardian en 2020, y en ese año, publicó un libro de memorias que, según se redacta en este, le llevó ocho años completar con ayuda de un palo de plástico para escribir en un teclado, cosa que le complicó mucho a la hora de buscar trabajos.
Más tarde, debido al desarrollo de terapias respiratorias más modernas, los pulmones de acero quedaron desaparecidos en la década de 1960 cuando fueron reemplazados por los ventiladores pulmonares.
Sin embargo, Alexander siguió haciendo su vida cotidiana en el cilindro, porque, según él, estaba acostumbrado.
Más tarde fue reconocido por el libro Guinness de los Records como la persona que vivió más tiempo en un pulmón de acero.
Fuente: BBC news mundo
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